Esta ha sido una noche alegre y esperanzadora para el liberalismo europeo. El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) ha expresado hoy su más calurosa felicitación al Freie Demokratische Partei (FDP) por el gran éxito electoral cosechado ayer en Alemania. Para un partido liberal, alcanzar el 14,6 % de los votos constituye una auténtica victoria que permitirá al FDP servir de parapeto frente a la tendencia colectivista e intervencionista que caracteriza a la CDU de Angela Merkel (igual que al PP de Rajoy).
La primera consecuencia positiva del avance liberal es la ruptura de la llamada «Gran Coalición» entre la CDU democristiana y el SPD socialdemócrata, un mal gobierno, absurdo e inoperante, que ha sumido a Alemania en una etapa gris, caracterizada por la ausencia de ideas y la parálisis de la acción de gobierno. Esa coalición fracasada ha hecho que un porcentaje tan elevado de los ciudadanos alemanes haya optado por la tercera alternativa que representa el liberalismo frente a los partidos de masas situados a la izquierda y a la derecha del espectro político, que constituyen en realidad las dos caras de una misma moneda: la del Estado sobrevalorado y omnipresente. Mientras los dos grandes partidos han sufrido pérdidas de votos (muy severa en el caso de los socialdemócratas), el liberalismo asciende a un resultado que constituye un récord histórico.
La segunda consecuencia es el regreso del FDP al gobierno de coalición, sirviendo, como siempre, de baluarte de la libertad individual y la economía de mercado frente a los excesos intervencionistas de su socio de coalición, ya sea el partido socialdemócrata o, como ocurrirá en esta ocasión, el democristiano. Ahora Angela Merkel tendrá que renunciar a la política económica de la pasada legislatura y encaminar a Alemania, de la mano del FDP, hacia una profunda reforma económica. Y, por ello, la tercera consecuencia es el acelerón que Alemania va a experimentar en su salida de la crisis económica.
El P-LIB se reconoce en muchas de las políticas del FDP y, sobre todo, en las grandes ideas liberales que inspiran al partido de Guido Westerwelle, a quien augura una excelente gestión como ministro de Asuntos Exteriores. El único motivo de tristeza en estos momentos es la constatación de cómo en casi toda Europa los partidos liberales avanzan o al menos mantienen su representación, participando en muchas ocasiones en los respectivos gobiernos de coalición, mientras en España parecemos condenados a la marginalidad.
El mapa político español es sencillamente anormal: falta el ingrediente liberal y pro-individuo que en el resto de Europa es una pieza clave del sistema. Si falta es porque el sistema electoral es injusto, desproporcionado y favorecedor del bipartidismo, pero sobre todo porque los liberales españoles hemos sido en las últimas décadas particularmente incapaces de creer en nuestra propia fuerza y nuclearnos en torno a un partido que sea sólo liberal, en vez de idear estrategias (tan maquiavélicas como inconducentes) de acción en el seno de los partidos de masas o, peor aún, en el marco de pequeñas formaciones «centristas» ancladas en la nostalgia de la Transición. Por eso el colectivismo español, tanto a la izquierda como a la derecha, es aún más insoportable que en otros países de nuestro entorno. El P-LIB se compromete con los liberales de nuestro país a ser su partido, a plantear su recorrido desde la serenidad y con una visión a largo y muy largo plazo, y a trabajar durante las próximas legislaturas para alcanzar un día una posición similar a la de nuestros homólogos alemanes.