El debate de política general de este año sólo ha servido para reconfirmar el absoluto agotamiento, no ya del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, sino del paradigma político en el que estamos instalados. Ha sido lamentable constatar la falta de proyecto del gobierno y la simétrica falta de alternativa de la oposición. Mariano Rajoy ha vuelto a demostrar que carece de un plan de gobierno alternativo y que el triunfo electoral del PP apenas traería ciertas mejoras técnicas en la gestión de la economía dentro del modelo intervencionista keynesiano, y a cambio (quizá) de un ligerísimo avance de la libertad económica se producirían retrocesos en otras áreas de la libertad individual.
Es muy grave la coincidencia de los dos partidos principales y de todos los demás en torno al fracasado y ruinoso sistema conocido como Estado del Bienestar. Particular desazón causa comprobar cómo los partidos mayoritarios y minoritarios siguen peleando por una u otra prioridad en el gasto social, en lugar de dejar el dinero en los bolsillos de los ciudadanos para que decidan ellos cómo y en qué gastarlo, garantizando la universalidad de los servicios básicos mediante bonos escolares y sanitarios para la minoría necesitada de los mismos. Y produce indignación que todos los grupos parlamentarios sigan mintiendo a la población y girando en torno al periodo de cálculo de las pensiones, en vez de reconocer la quiebra del sistema de reparto y acometer su sustitución por un sistema de capitalización personalizada en beneficio de cada trabajador.
El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) reafirma tras el debate su convicción de que es imprescindible y urgente una profunda reforma del sistema político y económico, que no pasa por la sustitución de un líder inútil y débil por otro igualmente inútil y débil, ni de un partido colectivista de izquierdas por otro colectivista de derechas, ni de una ingeniería social por otra. Pasa, en cambio, por una apuesta firme por la radical reducción del peso, coste, volumen y plantilla del Estado a todos los niveles territoriales. Pasa por la afirmación del individuo como base de la sociedad y por la transferencia al mismo, con escrupuloso respeto por su soberanía y su propiedad, de miles de competencias y decisiones que hoy toman por él las administraciones públicas. Pasa por la liberación de las fuerzas del mercado y la eliminación de la injerencia estatal en la economía. Pasa por la minimización de la carga tributaria que soportan las empresas y los ciudadanos, y de la capacidad legal de endeudarse de las administraciones públicas. Pasa por la renuncia a la ingeniería social, al uso de los impuestos como hilos que guían el comportamiento económico de las personas, al uso de costosas campañas por medio de las cuales el Estado se arroga la función ilegítima y repugnante de decirnos a nosotros lo que debemos hacer, y al uso de complejas, corruptas y carísimas líneas de subvención para intervenir en la sociedad colonizando la cultura y el Tercer Sector. Y pasa por reformar nuestra democracia para garantizar el pluralismo, la proporcionalidad entre los votos y los escaños, el libre juego de voluntades en el parlamento, el auténtico sometimiento de los partidos a reglas de juego internas participativas y democráticas, y desde luego la reorientación del sistema democrático para que, en cualquier caso, se adopte democráticamente en las instituciones las relativamente escasas decisiones que necesariamente han de ser colectivas, pero desde la clara apuesta por transferir todas las demás, estrictamente, al ámbito privado de decisión de cada individuo.
La alternativa liberal lo es a todos los que han intervenido en el debate. En conjunto, no estamos más cerca de unos que de otros, y para cada política podremos compartir algo más una visión que su contraria pero lo haremos siempre desde una distancia con todos ellos tan grande que en realidad nos situamos dentro del sistema democrático pero fuera del modelo partitocrático e hiperestatista que conforman el PP, el PSOE, IU y los nacionalistas. Todos ellos apuestan, desde sus diversas ideologías y con la mirada puesta en sus diferentes intereses particulares, por el mantenimiento del hiperestado colectivista. El nuestro sigue siendo a fecha de hoy el único partido político cuyo objetivo máximo es acabar con él. El P-LIB llama a los ciudadanos individualistas, celosos de su soberanía personal y amantes de la libertad tanto económica como ética a unirse a su proyecto para ir conquistando espacios, para ir derrotando día a día al hiperestado hasta que sea sólo un mal recuerdo, un modelo fallido consignado en los libros de historia.