El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) recibe con interés la encuesta publicada hoy por el diario El País y encargada a Metroscopia. Por vez primera en treinta y cinco años de democracia, parece ya irreversible la erosión de los dos grandes partidos calificados hasta ahora de troncales o sistémicos, lo que abriría el sistema de partidos a un escenario compuesto, no por dos, sino por cuatro o cinco agentes principales con porcentajes menos distanciados, como sucede en buena parte de los arcos parlamentarios europeos. PP y PSOE han cumplido su ciclo y merecen verse sustituidos. Y sus élites, sometidas ya al rechazo generalizado, deben verse forzadas a regresar a sus casas, a todos los niveles territoriales, para ser sustituidas por gente nueva, sin pasado en el establishment. Lo que representan ambos partidos es la España vieja de la Transición, la España de ayer y anteayer, no la de mañana. Repesentan los últimos flecos del sistema del 78, un sistema que se nos vendió como generador de prosperidad cuando sólo generó deuda, y que ahora se está desmoronando porque ya no es capaz de dar todo lo que nos había enseñado a pedir.
La apertura del marco político a un mayor pluralismo es una buena noticia. Los liberales, en todo el continente y en otras regiones del mundo, tenemos más opciones de alcanzar representación e incluso de ser decisivos en un sistema multipartito que en los escasos sistemas cerrados que alternan el poder entre dos grandes formaciones hegemónicas. Lamentablemente, la encuesta también pone de manifiesto que la ampliación del pluralismo político está beneficiando o al colectivismo extremo de IU, ya probado y fracasado en medio mundo, o a la principal marca blanca del propio establishment, UPyD. La formación que lidera Rosa Díez es un partido de laboratorio pensado para captar a los descontentos no extremistas de PP y PSOE, encauzando la desafección para que no llegue a afectar demasiado al sistema puesto que, obviamente, UPyD no es otra cosa que una nueva cara del mismo. UPyD es una opción calculadamente híbrida (o «transversal», como ellos la denominan) entre los dos viejos partidos, y controlada por representantes del mismo aparato político que ahora se está descomponiendo. La operación magenta parece haberle salido bien a la casta política española, ya que a ningún observador mínimamente informado puede caberle duda de que esa formación política se orienta a mantener, a grandes rasgos, las cosas como están, prorrogando los grandes consensos del estatalismo y del intervencionismo que hemos padecido durante tantas décadas, y que nos han llevado a una crisis peor aún que la de nuestro entorno europeo. Que nadie se llame a engaño: Rosa Díez no ha ofrecido hasta la fecha ningún signo de haber sufrido una evolución intelectual que la haya llevado a transitar desde el moderado socialismo de su etapa en el PSE-PSOE hacia el campo de la libertad económica, de la devolución del poder a la sociedad civil, de la fuerte reducción del Estado ni de la bajada drástica de los impuestos. No sustituirá los servicios estatalizados por sistemas de cheque canjeable. No iniciará la transición hacia un sistema de pensiones basado en la capitalización universal privada. No acabará con la asfixia a la que nos somete la maraña de prohibiciones, obligaciones y regulaciones de toda índole. No es liberal: es una socialdemócrata convencida que apenas aspira a realizar algunas reformas menores en el sistema.
Los liberales invitamos a la población a reflexionar sobre los puntos comunes a los partidos políticos del sistema, y a comprender que sus diferencias son más estéticas que reales, más de matiz que de fondo. Es importante comprender que en España y en todo el mundo occidental lo que se está resquebrajando y agotando no es en realidad un partido concreto ni un sistema de partidos, sino el régimen político en su conjunto: la socialdemocracia transpartita. Y se está agotando porque es económicamente insostenible y porque sólo puede basarse en una opresión extrema al individuo, por más que sea suave en las formas. Cuando las obligaciones y prohibiciones crecen hasta extremos absurdos, cuando el Estado se arroga competencias de todo tipo en detrimento de la libertad individual, cuando se nos exige la mitad o más del producto de nuestro esfuerzo, los ciudadanos no podemos contentarnos con una catarsis amañada que sustituya unos políticos por otros, unas siglas por otras, sino que debemos exigir una alternativa sistémica a la partitocracia para desmontar de forma paulatina, pacífica y ordenada este Hiperestado que nos asfixia.
El Presidente del P-LIB, Juan Pina, ha afirmado hoy que «el único camino posible para salir de la encrucijada política y económica es el que nos llevará hacia menos Estado, no el que improvisa nuevos vericuetos para crear la ilusión de falsas alternativas dentro del estatalismo«. «Los liberales —ha declarado— continuaremos trabajando por despertar a la población del letargo inducido por el Estado, presentándole nuestras ideas y organizándonos para darles la máxima difusión social e inducir el cambio de paradigma desde el consenso socialdemócrata a un nuevo consenso de organización de la sociedad basado en los máximos niveles posibles de soberanía personal y libertad del ser humano en todos los ámbitos». «Y continuaremos organizándonos para ofrecer al electorado candidaturas del P-LIB en todos los comicios posibles, configurando una alternativa de conjunto que, a diferencia de todas las demás formaciones políticas, ofrece a sus votantes la certeza de actuar desde las instituciones para minimizar el Estado e impulsar con fuerza la Libertad», ha concluido.