El Partido Libertario (P-LIB) considera muy relevantes los últimos acontecimientos en torno a Julian Assange, Edward Snowden y The Guardian, así como la cruel condena del soldado Bradley Manning a treinta y cinco años de cárcel. Ha quedado patente, una vez más, la lucha encarnizada y desigual que hoy libran contra el implacable aparato delictivo estatal todos aquellos que defienden la Libertad. La sentencia brutal y desconsiderada impuesta al soldado Manning es impropia de un Estado de Derecho, y crea una injusticia tan enorme como enorme es ya la figura heroica de este preso de conciencia. Manning se ha convertido ya en un icono de la Libertad aplastada por el Estado. Cada día que pase Manning en prisión será un recordatorio de la ferocidad estatal y un acicate para cuantos la combatimos. «Los liberales trabajamos para que no haya presos políticos sino políticos presos por los delitos cometidos a la sombra del poder estatal», ha declarado el Presidente del P-LIB, Juan Pina. «Junto a la persistencia del horror de Guantánamo, esta sentencia es otra bofetada del establishment bipartito estadounidense a la gloriosa Constitución de su país, a la memoria de sus fundadores y al recuerdo imborrable de la Revolución Americana», ha agregado, señalando que «cada letra de la sentencia contra Bradley Manning es un insulto a la memoria de Franklin y Jefferson, y un paso más en el camino hacia la servidumbre». El P-LIB coincide con su homólogo estadounidense, el Libertarian Party, en su apoyo sin reservas al soldado Manning.
Por más que los medios de comunicación españoles le hayan concedido escasa importancia, para los liberales no ha pasado desapercibido el firme compromiso que Julian Assange ha expresado en los últimos días con nuestro movimiento político, y específicamente con algunos de sus mayores representantes en los Estados Unidos, como Ron Paul y Rand Paul. El P-LIB, que desde el primer momento aplaudió la labor de Wikileaks y colaboró en las manifestaciones de apoyo que tuvieron lugar en varias ciudades españolas, recibió duras críticas cuando Assange se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres y cuando Baltasar Garzón se incorporó a su equipo jurídico. El tiempo nos ha dado la razón. Hoy reafirmamos nuestra convicción de que Assange y los demás «whistleblowers» (informantes que revelan secretos estatales) contribuyen fundamentalmente a la causa de la Libertad, no a la de la izquierda colectivista que pretende apropiarse de su mérito. Obviamente, estas personas se ven obligadas a admitir cualquier ayuda para salvar su libertad y hasta la vida. Que Assange y Snowden hayan tenido que aceptar el refugio brindado por determinados regímenes no indica su connivencia con los mismos, y señala en cambio la acelerada pérdida de derechos civiles y libertades personales en los países de Norteamérica y de Europa Occidental que les han negado un asilo político incuestionablemente aplicable.
Ese retroceso de la Libertad en los países que más presumen de ella ha quedado patente con el hostigamiento intolerable de las autoridades británicas, y particularmente de la agencia de espionaje GCHQ, al diario The Guardian, al periodista Glenn Greenwald y a su novio David Miranda. El P-LIB ha hecho llegar hoy su solidaridad al director del periódico, Alan Rusbridger, cuyo ejemplo de profesionalidad periodística y de firmeza frente al Estado resulta digno del mayor elogio.
La ridícula destrucción de los soportes físicos que contenían la información de The Guardian, copiada por supuesto en otros muchos soportes y en diversos países, ofrece una imagen precisa de la maravillosa impotencia de los Estados ante el acceso de los periodistas y de los ciudadanos comunes a las tecnologías de la información. La retención de David Miranda en el aeropuerto de Heathrow durante nueve horas y la confiscación de su ordenador y otros soportes de datos —todo ello invocando ilegítimamente la legislación antiterrorista, con la complicidad directa y escandalosa de la ministra del Interior y del primer ministro Cameron—, da una idea exacta de la desesperación de uno de los gobiernos más poderosos del mundo ante la filtración inevitable de la actividad delictiva de los Estados.
El P-LIB coincide con Rusbridger: “la vigilancia total es una amenaza absoluta”. Los conservadores y los socialistas, dos caras de la misma moneda estatista, siguen propagando interesadamente, en todo el mundo, el mito falaz de un Estado sabio y bondadoso en cuyo paternal abrazo debemos confiar ciegamente. Pero en realidad, el Estado no es de fiar y, frente a la ingenuidad culpable de esos dos colectivismos, los liberales promovemos el pensamiento crítico, combatimos la opacidad y la discrecionalidad gubernamentales, en las que medran la corrupción y el abuso de poder, y trabajamos para desenmascarar la actividad delictiva consustancial a los Estados, cualquiera que sea el color del gobierno de turno. Nuestro objetivo es ayudar a la gente a despertar y a comprender que la solución no es cambiar los gestores del Estado, sino reducir drásticamente su poderío.
Los derechos humanos, civiles y políticos de cada persona y su soberanía individual en todos los campos, no tienen mayor defensor que el liberalismo libertario, que en España encarna el P-LIB, ni tienen peor enemigo que el estatismo. Y los «whistleblowers» merecen todo nuestro respeto por los riesgos que asumen, toda nuestra solidaridad ante los zarpazos del poder, y todo nuestro aliento para que sigan mostrando a la gente la verdadera faz del Estado.