La petición de tregua a la banda terrorista ETA por parte de la llamada izquierda abertzale no es, a juicio del Partido de la Libertad Individual (P-LIB), significativa de una auténtica evolución ideológica hacia la renuncia ética a la violencia. Indica, en cambio, una convicción pragmática y generalizada en ese sector respecto al fracaso de la estrategia violenta. Es evidente desde hace mucho tiempo que ETA es un estorbo para los intereses (compartibles o no pero legítimos en un sistema democrático) de aquellos que desean promover la independencia desde las instituciones. Resulta lamentable y sospechoso que la exigencia sea sólo de tregua y no de un cese definitivo de la violencia, escenificado con la entrega de las armas y la disolución de la organización terrorista. Lamentable, porque pone en evidencia, como en tantas ocasiones anteriores, la complicidad moral con los violentos y el deseo de emplear esa tregua, una vez más, como palanca para obtener beneficios políticos. Y sospechosa porque nuevamente deja abiertos resquicios por los que desdecirse. El P-LIB exige a las organizaciones políticas y sociales de la izquierda indepentista vasca la renuncia formal y definitiva a la violencia y el traslado de esa misma exigencia a la banda asesina ETA, cuya actividad criminal debe condenar sin reservas y cuyo desarme y disolución incondicional debe promover con el mismo celo que el resto de las formaciones políticas, a cuyo concierto aspira a reincorporarse. Tal reincorporación será imposible mientras no se dé la precondición de esa renuncia clara. Hasta entonces, las peticiones de treguas tácticas sólo pueden interpretarse como nuevas argucias. No obstante, el P-LIB se alegra de la aparente conmoción y división que este posicionamiento de los abertzales parece haber tenido en ETA, y espera que ayude a provocar su final.