El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) considera que la paralización sindical y estudiantil de Francia, así como los altos índices de apoyo popular a las protestas, reflejan el agotamiento del llamado Estado del Bienestar como modelo social, económico y político. La actual crisis económica internacional ha puesto en evidencia la insostenibilidad de ese sistema.
Los parches que Sarkozy, Zapatero y otros dirigentes intentan ponerle (retraso de la edad de jubilación, recorte o congelación de pensiones y salarios públicos, etcétera) solamente consiguen prolongar la agonía del hiperestado construido sobre el «consenso socialdemócrata» de los años 50 y 60 del siglo pasado.
Ese modelo caduco debe sustituirse mediante una transición acelerada hacia un nuevo consenso basado en la libertad y en la responsabilidad individuales. La transición debe hacerse con rapidez para minimizar su impacto inmediato, sus efectos colaterales adversos y el descontento de la población, siendo un buen ejemplo la reforma económica en tiempo record realizada en Nueva Zelanda bajo el liderazgo de Ruth Richardson.
Lo que no es viable es seguir estirando un sistema moribundo, tratando de salvar los muebles del hiperestado a cualquier precio. El precio es sencillamente impagable, pues consiste en el empobrecimiento forzado de la población mediante unos niveles absurdos de impuestos, cotizaciones y trabas al emprendimiento, además de la hipoteca a las generaciones actuales y futuras que supone un sistema de pensiones quebrado.
El P-LIB propone un cambio de paradigma ético, socioeconómico y político que afiance la espontaneidad del orden de la economía y de la sociedad civil como el estándar de funcionamiento habitual, que resitúe el lucro personal y de las organizaciones voluntarias humanas (empresas y otras) como un valor elevado y como motor legítimo de la actividad económica, y que entienda el Estado, no como un ente englobador y dotado de funciones parentales sobre el individuo, sino como una herramienta más de la sociedad, constreñida a las tareas de mantenimiento básico de las reglas del juego y de la seguridad jurídica y ciudadana.
En este empeño nos jugamos el futuro de la democracia y de las libertades, que sin duda se verán afectadas, tal vez de forma irreversible, si el empecinamiento en prolongar el hiperestado llega a provocar tensiones sociales que puedan desembocar en una fractura grave y la popularización de sistemas alternativos aún más liberticidas que el actual, como estamos viendo en Venezuela y otros países. De momento parece lejano el día en que Europa pueda caer en la seducción del populismo ultracolectivista de cualquier signo, y el continente parece vacunado por su pasado reciente, pero el peligro acecha también a Europa.