El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) deplora las declaraciones arrogantes y chulescas del vicepresidente del gobierno Alfredo Pérez Rubalcaba, que se ha permitido el lujo de decir que él y el Ejecutivo que de facto preside «volverán a la carga» tras la derrota de la llamada ley Sinde. Se ve que el gobierno socialista no ha tenido bastante con el fracaso de su pulso de dieciocho meses a la sociedad española y a sus sectores más dinámicos e innovadores. El gobierno puede estar seguro de que si «vuelve a la carga» también lo harán los ciudadanos para proteger su intimidad con todo tipo de sistemas de encriptación y compartición de datos al margen de la mirada indiscreta, entrometida y asfixiante del Estado.
Es hora de que los gobernantes comprendan que han perdido la batalla del control de la transmisión de datos, y que su simple intento irrita profundamente a millones de personas que no se cruzarán de brazos. Internet es la demostración de que un entorno de libre intercambio (mercado) sin apenas intromisión estatal no sólo es viable, sino altamente eficiente y deseable. Y si ello ha de conllevar la total reconversión o reinvención de sectores enteros, el Estado no es quien para «protegerles» de nuestra libertad y encima empleando para ello el dinero de nuestros impuestos. El coste económico de las medidas que sería necesario implementar para evitar realmente la transmisión de archivos sujetos a derechos de propiedad intelectual es sencillamente inasumible, pero peor aún es el coste en libertades públicas, ya que se requeriría una censura feroz y todo tipo de mecanismos de control previo de los paquetes de datos o de inspección en ruta de los mismos. Como ese control habría de aplicarse indiscriminadamente a toda la información en tránsito, el resultado sería un brutal retroceso de un par de décadas en los niveles de privacidad de la información y de anonimato de los usuarios. Y esto, sencillamente, no es aceptable. De la misma manera que no aceptamos que el Estado abra y censure nuestras cartas, tampoco podemos permitirle que haga lo mismo con nuestras transmisiones digitales.
A lo largo de la Historia, profesiones enteras y sectores completos de actividad han desaparecido o se han transformado por completo a causa de los cambios sociales y culturales derivados de las sucesivas revoluciones tecnológicas, y la actual es extraordinariamente profunda. Los cambios sociales que a largo plazo parecen derivarse en esta ocasión son la inevitable puesta a disposición de cada individuo de mecanismos de máxima encriptación, opciones sencillas y gratuitas de difusión individual y de publicación masiva de cualquier conjunto de datos, y una protección prácticamente total del anonimato.
Es hora de reclamar a los creadores que sean creativos y a los productores que sean productivos: que generen nuevos modelos de negocio no basados en la copia ni en el control de la difusión. Y si ello comporta la desaparición de muchos eslabones de su cadena de producción y comercialización, pues que se reconviertan o desaparezcan, pero que no pretendan vivir de mercados cautivos por la acción coercitiva del Estado (como el canon) o de la persecución policial a sus propios clientes finales mediante normas imposibles de hacer cumplir, como la derrotada ley Sinde. En su Programa Político Marco, el P-LIB apunta a una de las posibles vías de establecimiento de modelos alternativos, al hablar de la plena desestatalización de la cultura y del establecimiento de un tope generoso de total desgravación de las aportaciones ciudadanas directas a las empresas culturales, desde museos hasta cantantes, desde escultores hasta productoras cinematográficas, etcétera. De esta manera será el legítimo mecenazgo ciudadano, y no la arbitraria acción estatal (subvencionando con el dinero de nuestros impuestos y cánones o persiguiendo a los ciudadanos que comparten datos online), la que determinará el éxito o fracaso de cada creador.