Ante el rumbo que aparentemente está tomando la negociación entre el gobierno y los sindicatos, y ante la reiterada voluntad del presidente Rodríguez Zapatero de elevar a los sesenta y siete años la edad de jubilación, el Partido de la Libertad Individual (P-LIB) insiste en considerar injusta esta medida, por cuanto constituye una alteración de las reglas del juego durante el mismo. A lo largo de toda su vida laboral, millones de personas han cotizado al Estado, sin rechistar, las cantidades que éste les ha exigido, sabiendo que a los sesenta y cinco años podrían jubilarse con unas determinadas condiciones. Imponer ahora a esas personas un retraso de dos años en esa edad de retiro es un atropello. El P-LIB, que rechaza por completo el actual sistema de pensiones, exige al mismo tiempo al Estado que cumpla con los compromisos adquiridos en virtud del mismo. Las excusas de mal pagador del gobierno son inaceptables. Si el Estado necesita recursos debe apretarse el cinturón y renunciar a miles de actividades prescindibles de todo tipo, no al cumplimiento de las obligaciones que había asumido con los trabajadores.
El hecho mismo de que se discuta a qué edad debe jubilarse la gente es una aberración. Las personas deberían decidir por sí mismas, dentro de una amplia horquilla de opciones, el momento y las condiciones de su propia jubilación, en función del monto capitalizado en cada caso. No puede ser una decisión colectivizada que adopte el Estado a espaldas del individuo. La obsesión uniformadora del Estado crea toda suerte de injusticias. Cada caso particular es un mundo y no corresponde a las administraciones públicas decidir cuándo dejará de trabajar ni tampoco cuál será la pensión que percibirá cada persona. En el sistema de capitalización personalizada para cada trabajador, con independencia de que su gestión sea privada (como el P-LIB prefiere) o pública, es cada trabajador quien va definiendo su futura jubilación a lo largo de su vida laboral. Mes a mes, el trabajador ve en su libreta la evolución de su fondo, puede consultar las estimaciones de pensión para diversos escenarios de jubilación, sabe que lo acumulado es para él (e incluso heredable por los suyos si fallece) y es consciente de estar ahorrando y capitalizando para su futuro, en lugar de aportar cantidades arbitrarias a un pozo sin fondo que no se guarda ni invierte, sino que se destina a los pagos de hoy y deja las futuras pensiones a merced de la voluntad y de las posibilidades de las futuras generaciones.
El sistema de reparto ha empobrecido a nuestros mayores y les da unas pensiones miserables, muy por debajo de lo que les correspondería si simplemente se les devolviera lo aportado más el interés compuesto, incluso retirando un porcentaje generoso para estimar su hipotética contribución a la cotización de otros ciudadanos que no hubieran podido realizarla. Constituye una expropiación masiva, tan silenciosa como escandalosa. Se ha robado a quienes han trabajado, y se sigue robando cada vez más a quienes trabajan hoy. Y cuando este sistema piramidal, quebrado e irrecuperable no es capaz de atender sus compromisos, se pretende ahora alterar las reglas del juego para pagar menos o más tarde. El P-LIB reitera su convicción de que el sistema de reparto constituye una burda estafa social, y señala como culpables de la misma a todas las fuerzas políticas parlamentarias y a los agentes sociales. La omertà de todas esas organizaciones en torno al Pacto de Toledo constituye el mayor engaño a la ciudadanía desde el advenimiento de la democracia. El P-LIB llama a la sociedad a resistir frente a la imposición continuada y cada vez más forzada de este sistema de pensiones fracasado, confiscatorio y empobrecedor, y a reclamar una transición sensata hacia un sistema de capitalización personalizada a beneficio de cada trabajador, cumpliendo al mismo tiempo y a rajatabla con los compromisos adquiridos con los pensionistas y trabajadores actuales y recortando gastos de otras partidas para hacerles frente.