Las declaraciones realizadas ayer por el vicepresidente primero del gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, merecen todo el desprecio del Partido de la Libertad Individual (P-LIB). Este señor ha mostrado claramente su aversión a Internet y a la libertad plena que se respira en el mundo digital. Es una libertad que demuestra cuán innecesario es el noventa por ciento o más de lo que hace el Estado, porque en Internet no lo hace y las cosas funcionan igual o mejor. Culpar a Internet del terrorismo es como culpar a las carreteras o a las líneas áereas o a las empresas de telefonía. Los terroristas viajan en coche y en avión, y hablan por teléfono. La diferencia es que en Internet, afortunadamente, la intromisión estatal en la acción privada de las personas es mucho más difícil y a veces imposible. Eso puede facilitar las cosas a los delincuentes, claro, pero en el otro plato de la balanza los beneficios para las personas normales son de tan extraordinaria magnitud que parece mentira que políticos como Rubalcaba se permitan comentarios de esta naturaleza. Como su compañero Jáuregui, Rubalcaba no ha entendido el mundo nuevo en el que vivimos en la era digital. Y como le asusta e incomoda, quiere controlarlo. Vano el intento, por fortuna, pero revelador de una mentalidad estatalista, dirigista y liberticida.