El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) considera que la negociación de un segundo rescate al Estado griego es un síntoma inequívoco del fracaso de la política de rescates emprendida por la Unión Europea. Si alguien pensaba que con los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal se solucionaban los problemas de estos países y se evitaba el contagio al resto de la Unión Europea, la catastrófica situación del primer país «rescatado» le habrá convencido de que esto no era así. Tras el segundo rescate griego vendrá el segundo irlandés o tendrá que venir el segundo de Portugal antes incluso de haberse ejecutado el primero. Los rescates son como una dosis extra para un heroinómano: calman los síntomas más acuciantes pero de ninguna manera resuelven el problema. En realidad, lo empeoran. Y el posible rescate de España puede ser terminal para una economía europea al borde del coma provocado por el síndrome de abstinencia crediticia.
El colapso económico de Europa entera se debe a la adicción de la casta política al gasto público. Esta adicción es transversal a los partidos más votados: los conservadores y los socialistas cometen los mismos errores una y otra vez. Con un gasto muchas veces superior al razonable e incluso al posible, los políticos han financiado el sueño socialdemócrata del Estado del bienestar. El principal bienestar financiado era el de la propia casta, por supuesto, pero a los ciudadanos se les hizo creer durante décadas que el dinero crecía en los árboles y que el Estado era el agricultor encargado de recoger sus frutos y repartirlos conforme a criterios bondadosos aunque opacos. No había árboles de riqueza ni frutos a recoger, sólo había aplazamiento irresponsable de los pagos, refinanciados una y otra vez por el Estado manirroto. El sueño se ha tornado pesadilla cuando ya no se puede seguir refinanciando sine die, cuando resulta que ha llegado el momento de hacer frente a la deuda y dejar de gastar. De golpe. Se percibe entonces cómo el Estado del bienestar sólo era una excusa para producir en realidad el bienestar del Estado y el de la casta que lo administra.
El P-LIB considera inevitable replantear la política económica europea y la de cada uno de los Estados miembros. Es extremadamente urgente introducir criterios de la máxima austeridad, y realizar la necesaria pedagogía para explicar a la población que todo lo que se le ha dicho durante décadas era mentira. A continuación, habrá que reconstruir la economía sobre bases sólidas: dinero realmente respaldado, créditos basados en riqueza preexistente y no en la compensación futura de deudas de terceros, producción real de bienes y prestación real de servicios. El Estado, una vez que pierda la capacidad de inventar falsa riqueza para costear su propio crecimiento desmedido, se revelará como lo que es: un cuerpo extraño alojado en la economía. Para que ésta funcione, el Estado debe adelgazar drásticamente, perdiendo las competencias excesivas de todo tipo que se ha ido arrogando durante el último siglo y renunciando a capturar, como hace hoy, más de la mitad de la riqueza que produce cada individuo. Urge expulsar al Estado de la economía, reducirle únicamente al papel de emisor de cheques sanitarios y escolares para las personas que no puedan costearse los servicios básicos. La sobrerregulación y la intervención estatal de la economía han distorsionado los mercados. Su manipulación de la oferta de dinero ha generado una expansión crediticia tan extrema como lo está siendo la contracción en esta fase de crisis. Acelerar el inicio de un nuevo ciclo es una temeridad. El caso griego hace sospechar, además, que ni siquiera será posible, que esta vez a los gobiernos y a los bancos centrales se les ha ido de las manos el juguete monetarista y lo han roto.