El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) considera que la situación de las acampadas en la Puerta del Sol de Madrid, en la Plaza de Cataluña de Barcelona y en otros lugares céntricos de nuestras ciudades ha alcanzado un punto excesivo.
El derecho de manifestación es un derecho político fundamental e inalienable, y el P-LIB lo ha defendido incluso frente a las decisiones de las juntas electorales y pese a no compartir las propuestas que mayoritariamente expresaban los concentrados. Pero como todo derecho, su ejercicio puede mermar los de terceros y a estas alturas es evidente que eso está sucediendo. Los comerciantes de las zonas vecinas han visto disminuir su negocio, los ciudadanos no pueden disfrutar con normalidad de espacios urbanos emblemáticos de sus ciudades, y la salubridad pública se está resintiendo. Es razonable pensar que los manifestados han alcanzado ya, sobradamente, los objetivos legítimos de su movilización: hacer oír sus propuestas y reclamaciones, expresar su indignación e incluso echarle un pulso al Estado, pulso que han ganado a todas luces. A partir de ahí, parece llegado el momento de continuar sus reivindicaciones por otros medios, ya que permanecer indefinidamente en los lugares ocupados no aporta nada adicional a su causa y sí perjudica injustamente a muchos otros ciudadanos. En nuestra sociedad existen innumerables cauces sociales, culturales, políticos y mediáticos para canalizar los resultados de estas protestas, y enrocarse en la vía actual no tiene ya ningún sentido.
El P-LIB desearía que las autoridades políticas y los responsables del orden público estuvieran capacitados para lograr la pacífica disolución de estas concentraciones. Por desgracia, parecen pronosticar lo contrario las incalificables exigencias de desalojo violento por parte de Esperanza Aguirre, y el desastroso desalojo de esta mañana en Barcelona, por parte del Conseller de Interior Felip Puig, desbordado por los acontecimientos, acción que ha causado más de un centenar de heridos. Los desalojos violentos sólo fortalecen la determinación de los concentrados, agravando y alargando el problema. Al mismo tiempo no es posible eximir de responsabilidad a los líderes de las concentraciones, que parecen desear un cierto baño de sangre que glorifique su rebelión y la consolide como leyenda. El P-LIB llama a todas las partes a la serenidad y al retorno a la senda del sentido común. Dentro de la cordura y la racionalidad, todo es aceptable y hasta puede resultar positivo. Fuera, nada lo es.