El último debate de política general de la presente legislatura ha puesto en evidencia una vez más la agonía del que todo el mundo considera como el peor gobierno de la democracia, y al mismo tiempo la ausencia de una alternativa pujante en la oposición. El nefasto Rodríguez Zapatero se va por la puerta de atrás de la Historia y un Rajoy mediocre y en general continuista llegará al poder por simple automatismo. El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) considera irresponsables a los dos grandes partidos colectivistas, que en ningún momento han explicado a la sociedad la verdad sobre la crisis económica porque ambos coinciden en querer ocultarla. La verdad es que sobra la mayor parte del Estado, convertido en un lastre muy pesado para los ciudadanos. Un debate auténticamente orientado a salir de la situación de altísimo riesgo en la que nos encontramos habría sido aquel en el que se hablara de cómo realizar la transición desde el fracasado e insostenible «Estado del bienestar» a un Estado mínimo donde el cheque escolar y sanitario garantizara la universalidad de unos servicios enteramente privados. En un debate realmente sincero sobre los problemas de España se habría abordado la transición del sistema de reparto para las pensiones a un sistema de capitalización personalizada para cada trabajador. Se habría abordado la necesidad urgente de eliminar trabas a la empresarialidad y de flexibilizar profundamente el mercado de trabajo, desregular una economía intervenida y estrangulada por el Estado, minimizar la carga tributaria de ciudadanos y empresas, privatizar las empresas públicas y en general desmontar de forma paulatina y ordenada el exceso de Estado.
El debate ha puesto de manifiesto la extraordinaria lejanía entre lo que sucede en las instituciones y lo que interesa a la ciudadanía. La casta política, de espaldas a la sociedad, representa con la acostumbrada puesta en escena una tragicomedia que cada vez interesa a menos personas, que no resuelve los problemas de nadie y nos cuesta a todos mucho dinero. La absoluta falta de democracia de nuestro sistema electoral y de partidos, la nula separación entre los poderes del Estado y la costosa multiplicación administrativa son algunos de los elementos que provocan un divorcio ya generalizado entre la población y sus teóricos representantes. El P-LIB considera que la alternancia entre partidos colectivistas diferenciados apenas por puros matices, por rasgos meramente estéticos, no responde al creciente clamor por un cambio sistémico profundo, que debe orientarse a la descolectivización de la toma de decisiones y a la salida del Estado, en tantos casos y situaciones como sea posible, de la economía y de nuestras vidas.