El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) expresa su insatisfacción ante la gran mayoría de las medidas anunciadas por el nuevo presidente del gobierno. Mariano Rajoy ha dejado bien claro que no podemos esperar de él las reformas profundas y radicales que necesitamos, y que en economía piensa limitarse a adoptar las medidas que le imponga el núcleo de poder de la Unión Europea. Esas medidas, resultantes de la reciente cumbre de Bruselas, no resuelven ni los problemas de Europa ni mucho menos los de España. Van encaminadas, únicamente, a mantener por todos los medios el modelo de hiperestado que padecemos, caracterizado por una presión fiscal insoportable, una extremada intromisión estatal en la economía y un endeudamiento desbocado cuya insostenibilidad por fin comienza a resultar evidente para la ciudadanía.
Mariano Rajoy tiene la oportunidad de romper con ese modelo y hacer una rápida revolución económica liberal en España que sirva también para impulsar con fuerza un cambio de paradigma en toda Europa. Pero el nuevo presidente, como ha demostrado una vez más durante su debate de investidura, no es liberal ni en economía ni en nada. Tampoco es una persona que se caracterice precisamente por su decisión ni por su valentía. Tanto su discurso de investidura como sus respuestas a las intervenciones de los demás grupos parlamentarios y el equipo humano escogido para las carteras ministeriales hacen temer un gobierno bastante continuista en las cuestiones importantes. La presencia de Alberto Ruiz-Gallardón en ese gobierno es una mala noticia que confirma su influencia sobre el presidente, y la de Luis de Guindos, antiguo presidente de Lehman Brothers en España, pone de manifiesto las sospechosas conexiones entre la casta política europea y la élite bancaria global, haciendo temer una política económica plenamente keynesiana. Varios de los ministros y jefes de gobierno nombrados en el continente en los últimos meses proceden de entidades similares.
No podemos confiar en el compromiso de Rajoy de no subir los impuestos. Probablemente lo hará tras las elecciones andaluzas, justificándose quizá en haber encontrado una situación peor de la esperada en las arcas públicas. Reducir el déficit sin incrementar los impuestos y subiendo además las pensiones sólo sería posible si de verdad existiera voluntad de reducir drásticamente el gasto público, renunciando el Estado a la prestación de cientos de servicios, a la titularidad de miles de entes y empresas públicas, y a una parte de la plantilla de las administraciones públicas. Y esa voluntad no existe en el Partido Popular. Resulta particularmente decepcionante que el nuevo gobierno esté decidido a mantener la radiotelevisión estatal.
De poco sirve (aunque es bienvenido) el aplazamiento del pago del IVA hasta haber cobrado las facturas, cuando las pymes y los autónomos se encuentran en situación de asfixia económica por la presión fiscal, la sobrerregulación de casi todos los sectores y la extraordinaria inflexibilidad laboral. En este último terreno, las medidas esbozadas por Rajoy, a falta de mayor concreción, parecen quedarse bastante cortas. No iniciar la transición imprescindible hacia la capitalización privada para la jubilación y para contingencias como el desempleo constituye un error inmenso del nuevo gobierno.
Capítulo aparte merece la prepotencia de Rajoy al referirse a la democratización del sistema electoral español, tan desproporcionado que le confiere al PP una mayoría absoluta que no obtuvo en las urnas, al sobrerrepresentar fuertemente a las dos primeras formaciones políticas de cada circunscripción e infrarrepresentar o eliminar directamente al resto. Ha quedado claro que no se puede esperar del PP, como tampoco del PSOE, un mínimo de aperturismo respecto a esta cuestión, que seguirá ahondando la desafección ciudadana frente a la política porque, sencillamente, nuestro sistema electoral no es propio de una democracia.
El Presidente del P-LIB, Juan Pina, ha manifestado hoy que “el inicio de la era Rajoy resulta muy decepcionante” porque “el nuevo gobierno está decidido a continuar la trayectoria marcada por el anterior en la mayoría de las cuestiones”. “La catarsis democrática del pasado 20 de noviembre sólo ha servido para legitimar la continuidad del intervencionismo económico y de la ingeniería social y cultural, cambiando apenas el estilo para pasar del look socialista al conservador, pero manteniendo casi todo, por debajo de la superficie, más o menos como estaba”. “El P-LIB tiene ahora ante sí el reto fundamental de señalar la similitud entre las dos caras del PPSOE y denunciar todas las políticas liberticidas de los conservadores, haciendo pedagogía respecto a la superioridad de la Libertad y la necesidad de desmontar de forma organizada y paulatina el hiperestado”.