El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) expresa su preocupación respecto a los sucesos que se están desarrollando en algunas partes del mundo islámico a raíz de la publicación de un vídeo sobre Mahoma. Estos hechos ponen de manifiesto el conflicto que en ocasiones se produce entre la libertad de expresión y las acciones violentas que se escudan en sentimientos religiosos. Cuando se da ese conflicto, el P-LIB considera que debe primar la libertad de expresión.Los liberales consideramos la libertad de expresión como una condición necesaria para el normal desarrollo de todas las demás libertades y derechos. Los liberales creemos que son extraordinariamente escasas y extremas las circunstancias que puedan llegar a justificar algún tipo de freno a la libertad de expresión. No creemos que las ideas o sentimientos de índole religiosa merezcan protección estatal frente a la libertad de expresión, de la misma manera que no la tienen otros tipo de ideas o sentimientos. Tampoco creemos que el Estado deba velar por la veracidad de los vídeos, libros, obras de teatro u otras manifestaciones de la libertad de expresión, o estaríamos instaurando un sistema completo de control estatal de la publicación, el cual, afortunadamente, ni siquiera es ya viable a causa de la revolución de las comunicaciones.
Rechazamos frontalmente y con indignación cualquier sugerencia o intento directo de establecer mecanismos de censura o autocensura, nos opondremos en su caso a esas normas totalitarias y llamaremos a la insumisión ciudadana frente a las mismas. El Estado no puede amordazar a los ciudadanos, y si llega a hacerlo se hará acreedor de su desobediencia. En este sentido, los liberales rechazamos de plano las posiciones expresadas por numerosos políticos occidentales, desde el presidente Barack Obama y su Secretaria de Estado Hillary Clinton hasta el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, en el sentido de exigir un «uso responsable»de la libertad de expresión. La responsabilidad va invariablemente unida a la libertad, siendo imposible ejercer ésta desprendiéndose de aquélla, y no corresponde a los gobernantes decidir qué actos son responsables y cuáles no. Permitir que el Estado se arrogue esta competencia, y especialmente en el ámbito de la libertad de expresión, sería letal para el conjunto de nuestros derechos y libertades. Por otro lado, nos preocupa el populismo islamófobo que está creciendo en algunas zonas del mundo y que busca provocar la torpe reacción de una parte del mundo islámico para retroalimentar su propia sinrazón. Así, círculos neoconservadores en torno al productor del vídeo en cuestión y políticos de diversos países, como el holandés Geert Wilders, provocan al mundo islámico radical para sus propios fines.
Ante un acto de libre expresión que hiere la sensibilidad religiosa, política, moral, ética, filosófica, cultural, étnica o de cualquier otra naturaleza, las personas ofendidas pueden expresar pacíficamente su rechazo, pueden contraatacar con otros actos de libre expresión, o pueden sencillamente no mirar. Lo que de ninguna manera pueden hacer es impedirlo por la fuerza ni exigir reparaciones de ninguna clase, ni tampoco agredir a otras personas por el mero hecho de pertenecer al mismo país que los autores de la ofensa, como hemos visto estos días con los ataques a embajadas. El vídeo que ha enardecido en esta ocasión al mundo islámico puede considerarse malintencionado, estúpido o de mal gusto, pero no deja por ello de ser lícito. El P-LIB defiende el absoluto derecho a emitir cualquier opinión, por controvertida o desagradable que a otros resulte, sin sufrir por ello amenazas o violencia. Así mismo nos solidarizamos con todos aquellos medios de comunicación que se decidan a publicar lo que estimen pertinente y reciban presiones por ello, vengan de donde vengan.
Lamentamos la terrible situación en que se encuentran, en general, las libertades individuales en los países con mayor peso social del hecho religioso, especialmente en el mundo islámico, y condenamos sin paliativos los ataques a embajadas y el asesinato de sus funcionarios. Consideramos que la reacción desproporcionada y liberticida de una parte de la población de esos países se debe, sobre todo, a la fuerte manipulación mediática, religiosa y política del incidente. Ciframos las esperanzas de libertad en la continuidad y compleción global del proceso iniciado con el auge del racionalismo, tendente a la completa privatización del hecho religioso, que no debe ejercer papel alguno en los asuntos públicos. Los liberales, en todo el planeta, han contribuido históricamente a ese proceso y siguen a la vanguardia del mismo en los países donde menos ha avanzado, asumiendo para ello con frecuencia graves riesgos personales.