El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) ve con escepticismo la creación de una «autoridad fiscal independiente» para vigilar el cumplimiento del déficit. Pensar que un nombramiento político puede ser independiente sólo porque se le añada ese adjetivo es tomarle el pelo a los ciudadanos que ya han visto cuál es la independencia real de otros cargos políticos «independientes» como el fiscal anticorrupción, el fiscal general, el defensor del pueblo o el gobernador del Banco de España. Además, por si a este cargo político le diera por llevar la contraria a quienes le han designado, no tendrá potestad para sancionar. Es decir, va a ser un órgano más de la burocracia soportada por el contribuyente. No es de extrañar que este nuevo órgano responda a una petición de la Unión Europea, paradigma de una burocracia sobredimensionada, cara e ineficiente. Además, el Estado ya tiene un Tribunal de Cuentas y otros organismos de control.
Óscar Timón, Portavoz del P-LIB en Economía, ha afirmado que «los liberales pedimos al gobierno que, si realmente está por la transparencia, empiece por no engañar a los ciudadanos midiendo el déficit a partir del PIB». Timón ha explicado el alcance de este engaño: «Es como si un ciudadano mirara su déficit o superávit anual en función del valor de su casa. Si midiéramos el déficit en función de los ingresos veríamos claramente cómo los déficits de estos años de crisis superan el 25%, es decir, el Estado gasta más de un 25% por encima de lo que ingresa. Con este dato, mucho más transparente, sería más complicado vender que nos hallamos en un período de austeridad pública. Los ciudadanos verían con más claridad lo que el P-LIB lleva años denunciando: que no se están aplicando políticas de austeridad sino políticas de estímulo maquilladas con recortes concretos y con subidas brutales de impuestos».
El P-LIB pide que el Estado reduzca realmente un gasto público que se disparó con los ingresos extraordinarios proporcionados por una burbuja inmobiliaria impulsada por los organismos estatales y que, lejos de reducirse con la crisis, ha seguido aumentando hasta llevarnos a una depresión profunda que puede durar muchos años.