El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) rechaza de plano la última ocurrencia de los supuestos expertos del Pacto de Toledo para parchear por enésima vez el quebrado sistema de reparto y evitar el inicio, ya desesperadamente urgente, de la transición hacia un sistema de capitalización de las aportaciones de cada trabajador. Esta ocurrencia consiste en la indexación inversa del monto de la pensión a la esperanza de vida colectiva. Es decir, cuánto más vivan de media los ciudadanos, menor pensión le dará el Estado a cada uno de ellos. A los liberales no nos importan los indicadores estadísticos sino la vida real de cada ser humano. Ésta no tiene por qué verse empobrecida por la sujeción a una miserable limosna estatal en la vejez, ni condicionada por un hecho tan irrelevante como es la cantidad de años que se suponga que, de media, van a vivir sus coetáneos. Al basarse en la esperanza de vida, en realidad el Estado tiene la esperanza contraria: la de que los pensionistas estén entre nosotros el menor tiempo posible, porque su dinero ya se lo gastó décadas atrás y no sabe muy bien de dónde va a sacar para darles su pensión, por baja que sea.
Esta última ocurrencia revela el nerviosismo de unos gestores inútiles a los que no les salen las cuentas por la sencilla razón de que las matemáticas no mienten. Sería digna de una estruendosa carcajada si no fuera por el dolor que provoca a cualquier persona de bien contemplar cómo el Estado roba durante toda su vida a los trabajadores y después les da, en realidad, la pensión que quiere o que puede. Las pensiones son demasiado importantes para dejarlas en manos del Estado derrochador y mal administrador, que se gasta lo aportado, no lo capitaliza, no mantiene su valor y no puede devolvernos realmente lo aportado. Las pensiones no pueden depender de la futura solidaridad de quienes trabajen dentro de décadas, sino del ahorro destinado a ese fin por cada trabajador durante toda su vida laboral. La cohesión intergeneracional debe sustituirse por un enfoque intrageneracional, y el reparto politizado por planes rigurosos de ahorro y capitalización a muy largo plazo, en un marco de competencia sin intervención estatal. Los críticos de la opción liberal argumentan que la transición puede ser dolorosa. Esto no es así, pero en cualquier caso, más doloroso es el continuo alargamiento forzoso de la vida laboral, el incremento constante de las cotizaciones o el permanente descenso de la cuantía a percibir.
El Secretario General del P-LIB, Javier López, ha declarado hoy que «el Pacto de Toledo es un ejercicio de ceguera voluntaria, porque el sistema de reparto está acabado«. López ha recordado que «el P-LIB, que desde su misma constitución en 2009 es signatario de la Declaración de Salamanca, es el único partido político que garantiza a sus electores trabajar sin descanso desde las instituciones por el sistema de capitalización individual privada, es decir, por unas pensiones de verdad que no puedan alterar los políticos».