El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) sigue con preocupación los acontecimientos de Ucrania. Los liberales libertarios expresamos nuestro apoyo a los miles de ciudadanos que se han levantado contra el régimen oligárquico de Viktor Yanukovich, y nuestra rotunda condena por la represión criminal de las protestas. La liberación de Julia Timoshenko, la destitución del ministro del Interior Vitaly Zakharchenko, el anuncio de elecciones presidenciales y legislativas, y las demás medidas adoptadas ayer por el parlamento y por el poder ejecutivo, en virtud del acuerdo entre los principales partidos, son pasos correctos pero insuficientes. Yanukovich no debe regresar a Kiev, sino abandonar inmediata y definitivamente el poder. El poder político ucraniano se asienta sobre un falso capitalismo dirigido por la mafia que controla el Estado. Su monstruosa violación de las libertades civiles y políticas y de los derechos fundamentales de los ucranianos ha alcanzado ya proporciones simplemente intolerables. El férreo control que ejerce Rusia sobre la oligarquía política ucraniana es hoy el principal problema del país. Más allá de los intereses geoestratégicos tanto rusos como europeos, incluyendo la posición de Ucrania en el tránsito de gas, lo que los liberales consideramos determinante es que la gran mayoría de la población desea librarse definitivamente del control político y militar ruso e integrar a su país en las instituciones occidentales. Reivindicamos el derecho de los ciudadanos de Ucrania a ser ellos quienes decidan el papel internacional de su país y las correspondientes alianzas políticas y económicas.
Denunciamos la arraigada pulsión imperialista de la Rusia postsoviética y el nefasto historial de la Comunidad de Estados Independientes y de la propia Rusia en todo lo relacionado con la libertad tanto de los individuos como de los mercados. Ninguno de los Estados satélites de Rusia presenta un clima político o jurídico ni remotamente favorable a los derechos y libertades más elementales. Moscú se ha destacado por apoyar a auténticos sátrapas en varios de esos países, como Vladimir Voronin en Moldavia o el fallecido Saparmurat Niyazov en Turkmenistán, o como el tirano Aleksander Lukashenko, que controla aún, con mano de hierro, la vecina Bielorrusia. Viktor Yanukovich sólo es uno más en el club de tiranos corruptos y asesinos que capitanea Vladimir Putin. Es necesario desenmascarar la estrategia rusa de resucitar la Guerra Fría con conflictos de baja intensidad para conseguir por la vía del chantaje militar y energético la influencia internacional que no logra mediante la economía y el comercio, estrangulados por el mercantilismo y sometidos al Estado.
Sin compartir tampoco las torpes injerencias de la Unión Europea, y denunciando con alarma la infiltración de grupos de extrema derecha en la legítima revuelta contra el régimen, creemos que en este caso lo que se necesita es ante todo reconocer y facilitar el derecho de la ciudadanía ucraniana a decidir el destino político de su país. El proceso electoral y político en Ucrania, como en Rusia, se ha caracterizado desde el fin del comunismo por su escasa calidad cuando no por su manifiesta y burda manipulación. Desde el envenenamiento o el encarcelamiento de candidatos opositores hasta la opacidad de los escrutinios, los ucranianos han comprobado cómo se les hurtaba una y otra vez la posibilidad de marcar un rumbo distinto al impuesto por Rusia, y como ya no creen en esa vía han optado por tomar las instituciones. Lo que hoy sucede en las calles de Kiev es la consecuencia de la frustración de toda una sociedad que lleva diez años, desde la “revolución naranja” de 2004, tratando infructuosamente de marcar ese rumbo y viendo cómo se ahoga sistemáticamente su anhelo. Dado el historial de Rusia en estos años, especialmente en el caso de Georgia, es de temer incluso una ocupación militar directa de Ucrania.
El Secretario de Relaciones Internacionales del P-LIB y presidente provisional del European Party for Individual Liberty (EPIL), Roald Schoenmakers, ha declarado hoy que «como liberales, preferiríamos una Ucrania completamente libre y ajena a las injerencias derivadas de las tensiones geopolíticas, y caracterizada por una libertad económica y personal superior a la de la UE, pero si lo que desean los ucranianos es incorporarse a ésta, tienen perfecto derecho a hacerlo, guste o no guste a Rusia«.