Por Pablo Cobos
El 29 de noviembre marcó el lanzamiento del último libro de Antonio Escohotado, titulado «Confesiones de un opiófilo». Esta obra constituye el diario personal del autor, con aproximadamente 300 entradas escritas a lo largo de casi tres décadas. Escohotado despliega una serie de reflexiones, abordando temas diversos que van desde conversaciones con elementos de la naturaleza, hasta estrategias para afrontar el carácter eufórico de la vida mediante sustancias, especialmente en la vejez.
Así, el libro se convierte en un compendio íntimo y reflexivo que invita a explorar la mente del autor a lo largo de su viaje personal y creativo.
Escohotado ha sido, es y será un referente para muchas personas, enseñando siempre mediante el ejemplo que es posible vivir de manera responsable en la sociedad si se está abierto al conocimiento.
Hablar sobre la vida del profesor resulta poco práctico, ya que, afortunadamente, es ampliamente conocida por la mayoría de las personas que leerán este pequeño homenaje en forma de artículo. En caso contrario, se puede realizar una búsqueda rápida en la web.
Quisiera enfocarme en las enseñanzas que nos legó Antonio. Siempre he sido partidario de tomar decisiones abiertas, y él nos mostró que no solo es posible, sino muy recomendable. A medida que avanzamos en la vida, vamos acumulando conocimientos que nos permiten analizar los problemas desde diferentes perspectivas. Sin embargo, también nos enseñó a ser rigurosos. Desde este marco, las opiniones fundamentadas se convierten en hechos incuestionables, y dejan de estar abiertos a interpretaciones para convertirse en conocimiento para el resto de estudiosos.
En una entrevista, Escohotado expresó su desagrado por comenzar las frases con un «yo creo». Su perspectiva podría entenderse fácilmente en el contexto actual, donde la polarización se ha convertido en la estrategia principal de muchas campañas. Sin embargo, él no hablaba de apoyar cualquier discurso que considerara subjetivo bajo esta regla.
Cabe destacar la diferencia, como he comentado arriba, de opiniones subjetivas frente a hechos contrastados.
Si aplicáramos rigurosamente esta norma hoy en día, las redes sociales estarían saturadas de expresiones como «Yo creo» o «En mi opinión», mucho más que de afirmaciones categóricas. Quizás sería un ejercicio valioso para elevar la calidad del debate público.
En definitiva, en este caso sí que parece objetivo afirmar que Antonio Escohotado logró vincular el conocimiento y el aprendizaje al calificativo de «estilo de vida». Mantuvo una metodología que se considera idónea para alcanzar el aprendizaje de un tema específico.
Nunca he presenciado al profesor referirse a su tiempo libre. Antonio parecía no establecer una clara distinción entre trabajo y tiempo libre. Más bien, manejaba ambas esferas como un conjunto, adoptando un enfoque que se asemejaba más a un estilo de vida que a una gestión del tiempo convencional.
El estilo de vida de Antonio fue así. Sostuvo en el tiempo posturas que finalmente demostró erróneas. Mantuvo una forma de vida en su juventud que tuvo en consideración cambiar en su etapa más madura. Abrazó el cambio con humildad, dedicación y asertividad.
Si tuviera que resaltar algo de su personalidad, diría que es su capacidad para cuestionar y analizar. Valoraba siempre en sus entrevistas un enfoque donde las respuestas estuvieran fundamentadas, creyendo que este camino resultaba más fascinante que sumergirte en una rutina donde el ego sea tu principal tesoro.
Escohotado sostenía que un país no es rico solo por tener diamantes o petróleo, sino que su riqueza radica en la educación. A su afirmación, yo agregaría que la riqueza de un país también se mide por sus libertades.
Antonio se autodefinía como un liberal demócrata y abogaba por el capitalismo como sinónimo de progreso, desarrollo y prosperidad.
Independientemente de cómo se definiera, no quiero hacerlo relevante en este contexto, sería digno de destacar en él un sendero de virtuosismo. Un ejemplo de cómo, en muchas ocasiones, la manera en que se aborda una situación puede ser más significativa que el contenido específico de la situación en sí.