Por Estevo Paz
Permítame el lector partir de un caso particular, sufrido en primera persona, que creo que mostrará la falsedad de la nómina.
Dirijo un departamento de programación, situado en España, que forma parte de una pequeña empresa estadounidense. Cada mes le paso dos facturas a la matriz, una con los gastos operacionales, oficina, servidores, etc, y la otra factura con los costes laborales.
¿Cree usted que en la factura de los costes laborales, a la empresa estadounidense, le importa qué porcentaje va a parar al Estado español y qué porcentaje va a parar al trabajador?
Obviamente, en su cálculo económico, es irrelevante qué parte se lleva el Estado.
Para mí, que soy el contratante y el que adelanta las nóminas, ¿me importa qué porcentaje se lleva hacienda y qué le queda al trabajador?
A efectos contables no me importa, el desembolso es el mismo que dándoselo íntegramente al trabajador y que luego fuese él el que tributase.
Pero a efectos prácticos, ¡vaya si me importa!
Yo pago | 3,666 € |
El trabajador recibe | 2,098 € |
El Estado se queda | 1,568 € |
Y aquí la gran mentira, resulta que el salario bruto es de 2,778 €.
Pero cuando tengo que comparar el salario de un trabajador español con el de un trabajador estadounidense, tengo que usar el salario real de 3,666 €.
La manipulación en la percepción subjetiva
¿Por qué es tan relevante la manipulación del “salario bruto”?
Porque introduce una percepción falsa del valor real que el trabajador tiene para mí. Para mí él vale 3,666 € y él percibe que mi valor hacia él es de 2,778 €.
No interioriza los aportes a su futura pensión, desempleo, formación, etc, como parte de su nómina.
Complementariamente, el trabajador no es plenamente consciente de los impuestos directos que tributa mensualmente.
Es decir, el trabajador tiene la falsa percepción de que vale para el empleador 2,778 € en vez de 3,666 € y de que el Estado le quita 680 € en vez de 1,568 €.
El salario medio español tributa un ~40% del valor que su empleador le arroga.
Tenga en cuenta el lector de que estamos hablando del porcentaje extraído en impuestos directos solamente.
¿Quién se beneficia de la falacia?
La sociedad española posee cierta animadversión hacia el empresario, y al mismo tiempo, anhela en gran medida ese paternalismo protector que se le presume al Estado.
Con lo cual, el Estado lo tiene fácil para seguir manipulando a la sociedad y ocultar parte de los tributos en las denominadas “Cotizaciones a la Seguridad Social por parte de la empresa”, como si eso no fuera parte del salario del trabajador.
Esta manipulación produce una mala coordinación entre agentes económicos:
- Nos autopercibimos como receptores netos de impuestos, es decir, pensamos fácilmente que recibimos más del Estado de lo que aportamos.
- Percibimos erróneamente el valor que la empresa estipula en nosotros, aumentando la conflictividad laboral.
En resumen, sería conveniente realizar un ejercicio de transparencia para manipular un poco menos las percepciones subjetivas de los trabajadores.