El P-LIB considera que la deriva del caso Opel es un ejemplo de lo que pasa cuando son los Estados los que se meten a industriales, del automóvil o de lo que sea. General Motors está intervenida por el gobierno estadounidense. La empresa escogida por la canciller alemana Angela Merkel para comprar Opel depende del Estado ruso. Era de sentido común, de elemental geopolítica, pensar que ni siquiera un gobierno como el de Obama podría permitir una transferencia de conocimiento y de poder fáctico tan grande a Rusia. Por lo tanto, el gobierno de gran coalición (socialdemócrtata-democristiano) alemán fue ingenuo en el planteamiento de esta operación, y el gobierno español también por seguir (como siempre hace el PSOE) los dictados de Berlín. Más allá de cuál sea el desenlace final de esta opereta, lo que pone de manifiesto una vez más es que los Estados no deberían injerirse en el libre funcionamiento de la industria, excepto para evitar que otros Estados se hagan con empresas privadas (y sin embargo suelen intervenir para lo contrario). La destrucción creativa es un elemento positivo que reajusta la economía en una crisis. Los contribuyentes no tienen que salvar los empleos de otros contribuyentes, ni las inversiones de empresas supuestamente estratégicas. El orden espontáneo configurado por millones de agentes económicos es mucho más eficaz que cualquier comité estatal de supuestos expertos. El P-LIB espera que la llegada del FDP y Guido Westerwelle a la coalición de gobierno alemana corrija el tic intervencionista de la canciller Merkel, que ha hecho el ridículo en el caso Opel.