El Partido de la Libertad Individual (P-LIB) ha seguido con interés y preocupación los acontecimientos de Túnez y los que se están desarrollando en Egipto. Los regímenes autoritarios sostenidos desde el exterior han hecho crisis en unas sociedades empobrecidas por las élites cleptocráticas. Europa y Norteamérica se han equivocado al fortalecer a esas élites como si hacerlo fuera la única alternativa a la implantación de teocracias ultraislamistas, desde la traumática victoria electoral del FIS argelino en 1991. No es así. Tanto en Túnez como en Egipto las revueltas surgen espontáneamente de la base misma de la sociedad, sin coordinación desde cualquier organización política, religiosa o social, y se deben al clima insoportable de represión y falta de oportunidades. El derrocamiento del sátrapa Ben Alí en Túnez surgió de la negativa del sistema a permitir la microempresa de un joven con pocos recursos económicos, un simple puesto de comercio ambulante. Las revueltas egipcias no tienen que ver con el islamismo extremista sino con las ansias de oportunidades económicas, trabajo y libertades civiles y políticas. Y la figura de Mohamed el-Baradei, oportunamente vinculado a George Soros así como al International Crisis Group y otros discretos centros de orientación de la geopolítica, no parece precisamente un relevo a la altura de esas legítimas reivindicaciones, sino la alternativa enviada por quienes durante décadas sostuvieron a Hosni Mubarak en el poder.
Es importante recalcar que en estos países se están produciendo revueltas protagonizadas por jóvenes que desean mejorar sus oportunidades económicas y miran para ello hacia el modelo de sociedad occidental, y que en gran medida están vacunados contra el islamismo extremista por el ejemplo de Irán, que les aterra. Y conviene no perder de vista el papel fundamental que está jugando Internet, la Internet libre, en todo este proceso. Sólo diez años atrás habría sido impensable el contagio directo e inmediato de unos a otros países, y más aún la espontánea y descoordinada aparición de líderes momentáneos y anónimos que arrastran desde las redes sociales a miles de personas, dando paso a continuación a otros. En Túnez no ha habido un Vaclav Havel sino miles de anónimos «líderes por un día», con un fin común y sin una organización centralizada. Es la era de las redes distribuidas, y su significación política (que ya puso de manifiesto hace dos años la «Twitter Revolution» que inició la caída del último régimen comunista de Europa, en Moldavia) es merecedora de un análisis más riguroso del que habitualmente se realiza, porque anuncia una transformación sociopolítica profunda, cuya expresión económica es opuesta tanto al mercantilismo corporativista como a la planificación estatal, por lo que sólo puede desarrollarse en clave liberal.
El Secretario de Relaciones Internacionales del P-LIB, Roald Schoenmakers, ha afirmado hoy que «de Mohamed el-Baradei tan sólo cabe esperar, si alcanza el poder, una cierta apertura pero no la libertad que reclaman los egipcios«. Schoenmakers ha señalado que «estamos asistiendo a la eclosión de una nueva política que discurre por las redes distribuidas y se apoya en la tecnología de la comunicación al alcance de todos, y esto que aterroriza a los estatalistas constituye la mayor esperanza para los liberales». «El P-LIB —ha añadido— es un partido nativo digital, un ciberpartido, y sigue con particular simpatía estos procesos en los que los individuos, gracias a la libertad de Internet, ponen contra las cuerdas al poder establecido«.
El P-LIB expresa todo su apoyo a los ciudadanos egipcios y de otros países árabes que intentan derrocar las respectivas dictaduras e instaurar sistemas políticos donde se respete la libertad y los derechos individuales.